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Cultivar la conciencia de la energía que se encuentra detrás de nuestras acciones

Cuando usted analice la frase «Elijo... porque quiero...», tal vez descubra, como me ocurrió a mí con el transporte escolar de los niños, los valores importantes que se encuentran por detrás de las opciones que eligió. Estoy convencido de que cuando adquirimos claridad sobre la necesidad que satisfacemos con nuestras acciones, podemos vivirlas como un juego, aun cuando impliquen mucho trabajo, un desafío o una frustración.

Con respecto a algunas de las actividades enumeradas en su lista, sin embargo, tal vez descubra una o varias de las motivaciones siguientes:

 

1. Por dinero

 

El dinero es, en nuestra sociedad, una importante recompensa extrínseca. Las opciones motivadas por el deseo de recompensa son costosas: nos privan de la satisfacción proveniente de las acciones motivadas por la pura intención de contribuir a la satisfacción de una necesidad humana. El dinero, como lo definimos en la comunicación no violenta, no es una «necesidad»; es una de las innumerables estrategias que podemos elegir para satisfacer una necesidad.

 

2. Por aprobación

 

Como ocurre con el dinero, la aprobación de los demás es una forma de recompensa extrínseca. Nuestra cultura nos ha enseñado a desear las recompensas con avidez. Fuimos educados en escuelas donde se utilizaban medios extrínsecos para incitarnos a estudiar y nos criamos en el seno de familias donde se nos premiaba si éramos niñitos o niñitas que nos portábamos bien, o se nos castigaba cuando las personas que nos criaban juzgaban que nuestro comportamiento era reprensible. Esto hace que como adultos nos engañemos creyendo que la vida consiste en hacer cosas por la recompensa; nos hemos vuelto adictos a una sonrisa, a una palmada en el hombro, y a los juicios verbales de la gente que nos dice que somos «buenas personas», «buenos padres», «buenos ciudadanos», «buenos trabajadores», «buenos amigos», etc. Hacemos cosas para caerle bien a la gente y evitamos las que podrían provocar desagrado en el otro o reportarnos un castigo.

Me parece trágico que nos esforcemos tanto en comprar amor, que creamos que debemos negarnos a nosotros mismos y actuar en función de los demás para recibir aprecio. En realidad, cuando actuamos simplemente en favor del enriquecimiento de la vida, descubriremos que los demás nos lo agradecen. Sin embargo, su agradecimiento no es más que un mecanismo de retroalimentación que nos confirma que nuestros esfuerzos han tenido el efecto deseado. Reconocer que hemos elegido usar nuestro poder simplemente para servir a la vida y que lo logramos nos reporta la auténtica alegría de celebrarnos a nosotros mismos de una manera que la aprobación de los demás no conseguiría jamás.

 

3. Para escapar al castigo

 

Algunos pagamos impuestos principalmente para evitar el castigo. Entonces, es probable que nos dediquemos a ese rito anual con cierto resentimiento. Sin embargo, recuerdo que, en mi niñez, mi padre y mi abuelo se enfrentaban de manera muy diferente a este deber. Habían emigrado de Rusia a Estados Unidos y querían respaldar a un gobierno que, en su opinión, protegía a la gente como el zar jamás la había protegido. Al pensar en las muchas personas cuyo bienestar dependía de los impuestos, sentían verdadera satisfacción enviando el cheque al gobierno de Estados Unidos.

 

4. Para evitar la vergüenza

 

A veces optamos por hacer cosas simplemente para evitar la vergüenza. Sabemos que, si no las hacemos, seríamos objeto de severas autocríticas, escucharíamos nuestra propia voz diciéndonos que actuamos mal o de una forma estúpida. Si hacemos algo movidos tan sólo por el estímulo de evitar la vergüenza, acabaremos odiando lo que hacemos.

 

5. Para evitar el sentimiento de culpa

 

Hay otras circunstancias en las que podemos pensar: «Si no hago esto, los voy a decepcionar». Tenemos miedo de sentirnos culpables por el hecho de no satisfacer las expectativas que los demás tienen de nosotros. Existe una diferencia abismal entre hacer algo por el bien de los demás para evitar el sentimiento de culpa y hacerlo porque tenemos plena conciencia de nuestra propia necesidad de contribuir a la felicidad de otros seres humanos. El primero es un mundo donde impera la tristeza; el segundo es un mundo desbordante de alegría.

 

6. Porque es un deber

 

Cuando usamos un lenguaje que niega la elección voluntaria, por ejemplo, palabras tales como «debo», «tengo que», «es preciso que», «no puedo», «se supone que», etc., nuestros comportamientos se originan en una vaga sensación de culpa, deber u obligación. Creo que, de todas las maneras de actuar que adoptamos cuando nos desvinculamos de nuestras necesidades, ésta es la más peligrosa desde el punto de vista social y la más desafortunada desde el punto de vista personal.

En el Capítulo 2 vimos que el concepto de «Amtssprache» permitió que Adolf Eichmann y sus colegas enviaran a millares de personas a la muerte sin sentirse emocionalmente afectados ni personalmente responsables por ello. Siempre que utilizamos un lenguaje que niega la libre elección, trocamos la vida que llevamos dentro por una mentalidad de robot que nos desconecta de nuestro núcleo central.

Tras examinar la lista de actividades que ha enumerado, tal vez usted decida hacer determinadas cosas con el mismo espíritu que adopté al renunciar a seguir redactando historias clínicas. Pese a que pueda parecer extremo, se trata de hacer las cosas simplemente desde una actitud de juego. Creo que en la medida en que nos comprometamos momento a momento en el regocijo de enriquecer la vida —motivados simplemente por el deseo de su enriquecimiento— en esa misma medida estamos siendo compasivos con nosotros mismos.

Siempre que opte por algo, tome conciencia de la necesidad que satisface.

Seamos conscientes de las acciones motivadas por el deseo de conseguir dinero, la aprobación de los demás o bien por el miedo, la vergüenza o la culpa. Sepamos el precio que pagamos al hacerlas.

Tal vez la más peligrosa de todas las conductas sea hacer las cosas «porque se supone que tenemos que hacerlas».

Resumen

La aplicación más crucial de la comunicación noviolenta tal vez radica en la manera en que nos tratamos a nosotros mismos. Cuando cometemos errores, podemos usar el proceso de duelo y perdón hacia nosotros mismos que la comunicación sin violencia propone, para que nos indique hacia dónde podemos crecer en lugar de quedarnos atrapados en una serie de juicios moralistas. Al evaluar nuestras conductas en términos de nuestras necesidades insatisfechas, el ímpetu para realizar un cambio no procede de la vergüenza, la culpa, la ira o la depresión, sino de un auténtico deseo de contribuir a nuestro bienestar y al de los demás.

Cultivamos también la autocompasión al elegir conscientemente en la vida diaria actuar sólo al servicio de nuestras propias necesidades y valores, y no por deber, por recompensas extrínsecas o para evitar los sentimientos de culpa, vergüenza o castigo. Si pasamos revista a las acciones insatisfactorias que actualmente nos obligarnos a realizar y si traducimos el «tener que» por el «elegir» descubriremos más alegría e integridad en nuestras vidas.

 

La humanidad

ha estado durmiendo,

-y sigue dormida-

arrullada por las

estrechas y limitadas

alegrías de sus

amores cerrados.

 

T HEILHARD DE CHARDIN, TEÓLOGO

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Comentarios: 1
  • #1

    Joaquín Gorreta Martínez (miércoles, 23 agosto 2023 18:56)

    COMO DESARROLLAR CONCIENCIA ESPIRITUAL
    Con el patinete eléctrico

    1- velocidad aconsejable 20 kms
    2- aceleraciones suaves y progresivas, igual máxima comodidad y seguridad
    3- ceder el paso a todos los peatones posibles en tú trayecto, igual a máximos actos de conciencia
    4- agradece a los conductores que te ceden el paso, igual a educación espiritual
    5- tu relajación y evolución será progresiva a más tiempo más actos de conciencia, igual a pura inteligencia.