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Nuestra evaluación de nosotros mismos cuando distamos de ser perfectos

En una actividad rutinaria de taller les pido a los participantes que recuerden alguna ocasión reciente en la que hicieron algo que preferirían no haber hecho.

Luego analizamos lo que se dijeron inmediatamente después de haber cometido lo que en el lenguaje común y corriente llamamos «una equivocación» o «un error». Algunas de las frases típicas son: «¡Qué tonto que fui!», «¿Cómo pude hacer una cosa tan estúpida?», «¿En qué estaba pensando?», «¡Siempre la embarro!», «¡Qué egoísta que fui!»

A estas personas les enseñaron a autojuzgarse de una manera que implica que lo que hicieron estaba mal o era una equivocación; la forma en la que se reprochan a sí mismos lleva implícito que merecen sufrir por lo que hicieron. Resulta trágico que, ante equivocaciones que cometemos, tantos de nosotros nos quedemos enredados en un sentimiento de odio hacia nosotros mismos en lugar de beneficiarnos de equivocaciones que nos revelan nuestras limitaciones y nos guían hacia el crecimiento personal.

Aun cuando a veces «aprendemos la lección» de los errores por los que nos juzgamos tan duramente, me preocupa la naturaleza de la energía que está detrás de este tipo de cambio y de aprendizaje. Preferiría que el cambio estuviera estimulado por un claro deseo de enriquecer nuestra propia vida o la de los demás y no por energías destructivas tales como la vergüenza o la culpa.

Si la manera en que nos autoevaluamos nos lleva a sentir vergüenza y, en consecuencia, cambiamos nuestra conducta, permitimos que nuestro crecimiento y aprendizaje estén guiados por el odio que abrigamos contra nosotros mismos. La vergüenza es una forma de odio hacia la propia persona, y las cosas que se hacen como reacción ante la vergüenza no son actos libres ni alegres. Aunque nuestra intención sea comportarnos con más amabilidad y sensibilidad, si los demás perciben que detrás de nuestras acciones hay vergüenza o culpa, es menos probable que aprecien lo que hacemos que si nos sentimos motivados puramente por el deseo humano de contribuir a la vida.

Usamos la Comunicación NoViolenta para autoevaluarnos de maneras que promuevan el crecimiento y no el rencor hacia uno mismo.

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