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La cnv nos recomienda que repitamos los mensajes que tienen carga emotiva

 

No  hay  recomendaciones  infalibles  en  lo  que  se  refiere  a  elegir  el  momento adecuado para parafrasear; pero, como regla práctica, lo más probable es que las personas que se expresan con una fuerte carga  emotiva  agradecerán  si  hacemos  un  comentario que les refleje el mensaje que acaban de manifestar. Cuando hablamos nosotros, podemos facilitarle las cosas a nuestro interlocutor si le señalamos claramente cuándo queremos o no queremos que parafrasee nuestras palabras.

 

Habrá ocasiones en que optemos por no repetir verbalmente lo que nos dijo una  persona  por  respeto  a  ciertas  normas  culturales.  Por  ejemplo,  una  vez  un hombre de nacionalidad china asistió a un taller de cnv porque quería aprender a descifrar los sentimientos y necesidades que expresaban las palabras que le dirigía su padre. Como se sentía incapaz de soportar las críticas y los ataques que percibía en todo lo que le decía, temía ir a verlo y llevaba meses evitándolo. Diez años más tarde vino a verme para decirme que la capacidad que había adquirido de comprender  los  sentimientos  y  necesidades  de  su padre había transformado radicalmente la relación  que  mantenía  con  él,  y  que  se  había establecido  entre ellos  una  conexión  estrecha y afectuosa.  Sin  embargo,  aunque  percibe  los sentimientos y necesidades de su padre, no parafrasea sus palabras, porque, según me explicó:

 

—Nunca lo hago en voz alta. En nuestra cultura la gente no acostumbra hablar de sus sentimientos de una manera directa. Pero como ahora ya no interpreto sus  palabras  como  un  ataque  personal,  sino  como  la  expresión  de  sus  sentimientos y necesidades, nuestra relación se ha vuelto maravillosa.

 

—Por lo que usted me está diciendo, ¿le ayuda ser capaz de percibir los sentimientos de su padre, aunque cree que nunca va a hablar directamente de ellos con él? —le pregunté.

 

—Me  parece  que  ahora  probablemente  estoy  preparado.  Como  se  estableció una  relación  tan  sólida  entre  los  dos,  tengo  la  impresión  de  que  podría  decirle:

 

«Papá, me gustaría hablar abiertamente de nuestros sentimientos», porque ahora me siento preparado para dar este paso —me respondió.

 

Cuando parafraseamos lo que nos dijo nuestro interlocutor es muy importante el tono de voz que usemos. Cuando una persona escucha lo que le decimos que dijo,  es  particularmente  sensible  al  más  mínimo  matiz  de  crítica  o  de  sarcasmo.

 

También se siente afectada por un tono declarativo que sugiera que estamos hablándole de lo que pasa en su interior. Sin embargo, cuando prestemos una atención consciente para saber cuáles son los sentimientos y necesidades de los demás, nuestro tono de voz revelará que estamos preguntando si comprendimos bien sus palabras, y no que estamos afirmando que las entendimos.

 

También debemos estar preparados para la posibilidad  de  que  alguien  interprete  de  manera errónea nuestra intención al parafrasear sus palabras. Puede decirnos: «¡No me vengas con estas estupideces psicológicas!». Si eso ocurriera, persistiríamos en nuestros esfuerzos para captar los sentimientos  y  necesidades  de  nuestro interlocutor; tal  vez  veríamos  en  ese  caso  que  no  confía  en nuestras motivaciones y que, antes de poder apreciar nuestro parafraseo, necesita comprender mejor cuáles son nuestras intenciones. Como vimos antes, todas las críticas, ataques, insultos y juicios se desvanecen cuando prestamos atención a los sentimientos y necesidades que hay detrás de un mensaje. Cuanto más practiquemos en este sentido, más comprenderemos una verdad muy simple: detrás de todas las palabras que hemos permitido que nos intimiden no hay más que seres humanos  con  necesidades  insatisfechas  que  nos  piden  que  contribuyamos  a  su  bienestar.  Siempre que escuchemos lo que los demás nos dicen manteniendo  esta  actitud,  no  nos  sentiremos  ofendidos por lo que puedan decirnos. Sólo nos sentimos deshumanizados cuando nos quedamos atrapados en  imágenes  despectivas  de  otras  personas  o  en ideas negativas con respecto a nosotros mismos. Como dijo el escritor y estudioso de los mitos, Joseph Campbell: «"¿Qué pensarán de mí?" Por nuestro bienestar descartemos esta pregunta». Nos sentimos bien cuando empezamos a tomar como un regalo lo que nos dicen los demás, y comenzamos a ver lo que antes habíamos interpretado como una crítica o una acusación, como la oportunidad de ayudar a alguien que sufre.

 

Si nos ocurre con frecuencia que la gente desconfía de nuestras motivaciones y nuestra sinceridad cada vez que parafraseamos sus palabras, tal vez eso sea un indicio de que debemos analizar mejor nuestras intenciones. Quizás estemos parafraseando  lo  que  nos  dicen  los  demás  y  pongamos  en  práctica  la  CNV  de  una manera  mecánica  y  sin  una  conciencia  clara  de  cuáles son  nuestras  intenciones.  Podríamos  preguntarnos,  por ejemplo, si nos dedicamos más a utilizar la Comunicación no violenta «correctamente» que a conectarnos con el ser humano que tenemos frente a nosotros. O, quizás, aunque estemos usando la forma de la CNV, nuestro único interés sea cambiar la conducta de la otra persona.

 

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