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Las peticiones a un grupo según la comunicación no violenta

 

Cuando nos dirigimos a un grupo, es especialmente importante que sepamos con toda claridad qué queremos que comprendan o cómo queremos que nos respondan.

 

Si no tenemos clara la respuesta que nos gustaría recibir, podemos iniciar conversaciones improductivas que acaben por no satisfacer las necesidades de nadie.

 

De vez en cuando me invitan a trabajar con grupos preocupados por el racismo existente en su comunidad. Una de las cuestiones que suelen plantearse es que las reuniones de estos grupos son aburridas y no conducen a nada. Esta falta de productividad es muy costosa para los participantes, porque muchas veces tienen que gastar recursos de por sí limitados en transporte para llegar hasta el lugar y pagar a alguien para que cuide a sus hijos mientras ellos asisten a las reuniones. Decepcionados ante las prolongadas discusiones que no llevan a ninguna parte, son muchos los  que  abandonan  estos  grupos  declarando  que  no  son  más  que  una  pérdida  de tiempo. Por otra parte, los cambios institucionales por los que luchan no suelen producirse de manera rápida ni fácil. Por todas estas razones, cuando estos grupos se reúnen, es importante que aprovechen bien el tiempo de que disponen.

 

Estuve en contacto con miembros de uno de estos grupos, organizado para introducir cambios en el sistema escolar local, porque estaban convencidos de que incluía  ciertos  aspectos  discriminadores  de  tipo  racista  que  perjudicaban  a  los alumnos. Como las reuniones no eran fructíferas y el grupo ya había perdido a algunos de sus miembros, me invitaron a actuar de observador en sus discusiones.

 

Les propuse que actuaran como lo hacían siempre, mientras que yo, por mi parte, les diría si veía alguna manera en que la Comunicación no violenta podría ayudarlos.

 

Uno de los asistentes inició la reunión llamando la atención del grupo sobre un artículo reciente del periódico en el que una madre perteneciente a un grupo minoritario manifestaba sus quejas y preocupaciones por el tratamiento que el director de una escuela daba a su hija. Una mujer tomó la palabra para exponer lo que había experimentado ella cuando era alumna de la misma escuela. Todos los presentes,  uno  tras  otro,  relataron  experiencias  personales  similares.  Al  cabo  de unos veinte minutos, pregunté a los miembros del grupo si la reunión, tal como se estaba desarrollando, contribuía a satisfacer sus necesidades. No hubo ni una sola persona que dijera que sí. Uno de los participantes refunfuñó: « ¡Siempre ocurre lo  mismo!  No  quiero perder  más  tiempo  escuchando  los  mismos  problemas  de siempre. ¡Tengo cosas mejores que hacer!». Me dirigí entonces al hombre que había iniciado el debate. «Cuando usted citó el artículo del periódico, ¿qué respuesta  esperaba  del  grupo  El  hombre  respondió: «Me  pareció  que  era  interesante».

 

Insistí en que yo le había preguntado qué respuesta esperaba del grupo y no su opinión sobre el artículo. Se quedó reflexionando un momento y admitió: «No sé muy bien qué esperaba».

 

Creo que ésta era la razón por la que se habían desperdiciado en discursos inútiles veinte minutos del valiosísimo tiempo de los asistentes. Cuando nos dirigimos a un grupo sin saber con claridad qué respuestas esperamos, lo más probable es que se produzcan discusiones improductivas.

 

En  cambio,  basta  con  que  uno  solo  de  los presentes  sepa  cuán  importante  es  requerir claramente  la  respuesta  que  se  desea  para que  la  actitud  se  haga  extensiva  a  todo  el grupo. Cuando la persona del ejemplo anterior no definió claramente qué respuesta esperaba, podría haber intervenido uno de los otros miembros del grupo y haber dicho: «Estoy  confundido sobre cómo te gustaría que respondamos a la historia que acabas de contarnos. ¿Podrías decirnos qué tipo de respuesta te gustaría recibir de nosotros?». Intervenciones como ésta pueden evitar al grupo muchas pérdidas de tiempo.

 

Es frecuente que las conversaciones se prolonguen indefinidamente sin satisfacer las necesidades de nadie por el simple hecho de que la persona que planteó un tema no sabe muy bien qué quiere. En la India, cuando la persona que inicia un debate recibe del público la respuesta que esperaba, dice: bas, que equivale a decir: «No es necesario que agreguen nada más. Me siento satisfecho y ahora sé que  puedo  pasar  a  otro  asunto».  Aunque  no  dispongamos  en  nuestro  idioma  de una palabra equivalente, nos podemos beneficiar de desarrollar y promover una “actitud bas” en todas nuestras interacciones.

 

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