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El duelo en la comunicación noviolenta

Después de toda una vida en la cual a través del sistema educativo y otras instituciones nos han inculcado los principios predominantes de esta sociedad y de cómo adaptarnos a ella, quizás sea demasiado tarde para que la mayoría de nosotros aprendamos a pensar puramente en términos de lo que necesitamos y valoramos momento a momento. Sin embargo, así como aprendimos a traducir los juicios cuando conversamos con los demás, también podemos entrenarnos para reconocer en qué momento nuestra «charla interna» está permeada de juicios para con nosotros mismos, e inmediatamente centrar la atención en las necesidades subyacentes.

Si, por ejemplo, vemos que reaccionamos reprochándonos algo que hicimos: «¡Bueno, otra vez lo arruinaste todo!», podemos detenernos rápidamente y preguntarnos: «¿Qué necesidad mía insatisfecha expresa este juicio moralista?» Cuando verdaderamente nos conectamos con la necesidad —y es posible que existan varios estratos de necesidades— sentiremos un notable cambio en nuestro cuerpo.

En lugar de la vergüenza, culpa o depresión que probablemente sintamos cuando nos criticamos por haber «vuelto a arruinarlo todo», ahora experimentaremos diversos sentimientos. Ya se trate de tristeza, frustración, decepción, temor, congoja u otro sentimiento cualquiera, la naturaleza nos dotó de estos sentimientos con un propósito definido: sirven para movilizarnos y hacernos actuar en la consecución y satisfacción de lo que necesitamos o valoramos.

Su impacto en nuestro espíritu y en nuestro cuerpo es sustancialmente diferente al de la desconexión provocada en nosotros por la culpa, la vergüenza y la depresión.

En la Comunicación noviolenta, el duelo consiste en el proceso de conectarnos plenamente con las necesidades no satisfechas y los sentimientos que se generan cuando reconocemos que distamos de ser perfectos. Es una experiencia de arrepentimiento, pero un arrepentimiento que nos ayuda a aprender de lo que hicimos sin echarnos la culpa ni odiarnos. Nos damos cuenta de que nuestra conducta procedió contra nuestras necesidades y valores y nos abrimos a sentimientos que surgen de esta toma de conciencia. Cuando nuestra conciencia está centrada en lo que necesitamos, nos orientamos naturalmente a pensar en posibilidades creativas relacionadas con la manera de satisfacer dichas necesidades.

Por el contrario, los juicios moralistas que usamos cuando nos culpamos tienden a oscurecer tales posibilidades y a perpetuar un estado de autocastigo.

El duelo en la Comunicación sin violencia: conexión con los sentimientos y necesidades no satisfechas estimulados por acciones pasadas que ahora lamentamos.

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