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Las peticiones versus las exigencias

 

Las peticiones se interpretan como exigencias cuando quienes las reciben temen ser objeto de recriminaciones o castigos si no acceden a satisfacerlas. Cuando una persona percibe que le están exigiendo algo, sólo ve dos opciones posibles: la  sumisión  o  la  rebelión.  En  cualquiera  de  los  dos  casos,  advertirá  una  actitud coercitiva  en  la  persona  que  le  pide  algo  y disminuirá  su  capacidad  de  responder  a  dicha petición de manera compasiva.

 

Cuanto más hayamos culpado, castigado o intentado hacer sentir culpables a los demás en el pasado cuando no respondieron a nuestras peticiones, más probablemente oirán las peticiones que hoy les hagamos como exigencias. También sufrimos las consecuencias del uso que otras personas han hecho de esas tácticas. En la medida en que las personas con las que nos relacionamos hayan sido culpadas, castigadas o incitadas a sentirse culpables por no haber hecho lo que los demás le pedían, es probable que trasladen esa carga emotiva a las relaciones que mantienen con nosotros y que oigan una exigencia en cualquier petición que les hagamos.

 

Analicemos dos variantes de una situación. Jack le dice a su amiga Jane: «Me siento solo y me gustaría  que  pasaras  la  tarde  conmigo».  ¿Se  trata  de una  petición  o  de  una  exigencia?  La  respuesta  es que no lo sabremos hasta que veamos cómo trata Jack a Jane si ella no responde a sus deseos. Supongamos que la joven le responde: «Mira, Jack, estoy muy cansada. Si quieres compañía, ¿qué te parece si se lo pides a otra persona?». Si Jack responde: «¡Tan egoísta como siempre!», quedará demostrado que se trataba de una exigencia. En lugar de conectarse empáticamente con su amiga y reconocer su necesidad de descansar, le echa la culpa.

 

Veamos una segunda opción:

 

Jack: Me siento solo y me gustaría que pasaras la tarde conmigo.

 

Jane: Jack, estoy muy cansada. Si quieres compañía, ¿qué te parece si se lo pides a otra persona?

 

Jack se queda un momento sin saber qué responder.

 

Jane (notando que está disgustado): ¿Estás enojado?

 

Jack: No.

 

Jane: Vamos, Jack, ¿qué te pasa?

 

Jack: Sabes perfectamente que me siento muy solo. Si me quisieras de veras, esta tarde te quedarías conmigo.

 

Una vez más, en lugar de empatizar con Jane, Jack interpreta su respuesta como la confirmación de  que  ella  no  lo  ama  y  de  que  lo  ha  rechazado.

 

Cuanto  más  nos  empeñemos  en  interpretar  una negativa  de  otra  persona  como  un  rechazo,  más probable será que nuestras peticiones se reciban como exigencias, lo cual conduce a una profecía autorrealizada, porque cuanto más tiendan los demás a percibir una exigencia en nuestras palabras cuando les pedimos algo, menos satisfacción encontrarán en nuestra compañía.

 

Por  otro  lado,  sabríamos  que  la  petición  de Jack  no  es  más  que  eso,  una  petición,  y  no  una exigencia, si su respuesta a Jane expresara un reconocimiento  respetuoso  de  sus  sentimientos  y necesidades;  por  ejemplo:  «Jane,  ¿estás  agotada y necesitas descansar esta tarde?».

 

Podemos ayudar a los demás a confiar en que les estamos pidiendo algo, y no exigiéndolo,  si  les  decimos  que  sólo  queremos  que hagan  algo  si  realmente  están  dispuestos  a hacerlo.  Así,  por  ejemplo,  podemos  formular  la  petición  de  la  manera  siguiente:

 

« ¿Estarías dispuesto a poner la mesa?», en lugar de decir: «Me gustaría que pusieras la mesa». Aun así, la mejor manera de indicar a otra persona que le estamos pidiendo algo, y no exigiéndoselo, consiste en ponernos en su lugar si no accede a hacer lo que le pedimos. Demostramos que pedimos, y no exigimos, con nuestra forma de responder a los demás cuando no aceptan satisfacer nuestros deseos. Si estamos  preparados  para expresar  una  comprensión  empática  a  una  persona cuando no accede a nuestros deseos, entonces, de acuerdo con mi definición, le hemos formulado una petición, y no una exigencia. Optar por pedir en lugar de exigir  no  significa  que  nos  resignemos  cuando  alguien  responde  con  un  «no»  a nuestra petición. Significa que no intentaremos persuadirla hasta que no hayamos empatizado con aquello que le impide a la otra persona respondernos afirmativamente. Aprender con la comunicación no violenta a pedir y no exigir, es algo clave para llegar a una conexión con las demás.

 

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